7:00 de la mañana, viernes 15 de septiembre de 2017, el despertador suena puntual como siempre, tratando de perturbar el sueño de su víctima, pero esta mañana no, esta mañana, el entusiasmo y la emoción se adelantaron. Insomne yacía en la cama, bombardeándome a preguntas y divagando sobre lo que pasaría este día tan importante. El día en el que por fin se cumpliría el sueño por el que tanto tiempo llevábamos trabajando, el proyecto LICEO.
Desde entonces ya han pasado tres meses, y parece mentira que en tan poco tiempo se hayan podido hacer tantas cosas. Nos hemos puesto en la piel de un equipo de importantes publicistas encargados de diseñar el pan del futuro, hemos aprendido a comunicarnos por medio de la lengua de signos, hemos realizado impresionantes trucos de magia con ayuda de la química, hemos buceado entre libros y visitados lugares ficticios gracias a los cuentos y sus ilustraciones, nos hemos metido en la piel de importantes abogados y experimentado con los diferentes estados de la materia…
Pero lo más importante de este viaje, no están siendo las aventuras, sino los aventureros, jóvenes valientes, respaldados por sus familias, que se atrevieron a soñar con nosotros, ellos son:
- Rubén, quien puntual como un reloj, se asoma sigiloso por el marco de la puerta todas las mañanas para gastarnos una broma y saludarnos entre carcajadas.
- Rafa, siempre atento a las dificultades de sus compañeros para ofrecerles su apoyo. Una persona con grandísimo potencial y gran capacidad de reflexión.
- Juan Felipe, el maestro de los números, que junto a los buenos días nos resume la jornada deportiva del día anterior.
- Guillermo, etiquetado como relaciones públicas, se conoce a toda la facultad y en el momento que menos te lo esperas conseguirá sacarte una sonrisa.
- Manu, enérgico e involucrado, aunque demasiado perfeccionista, tiene una vocación clara de ayuda a los que más lo necesitan.
Una pausa en el camino nos invita a mirar atrás y reflexionar sobre todas aquellas personas que han hecho posible que hoy estemos donde estamos. Especial mención a las familias, sin su confianza no seríamos nada, a la Facultad de Educación de la UCM, quienes apostaron por abrir las puertas de la universidad a los jóvenes con discapacidad intelectual. Gracias a Esther, madrina del proyecto, y gracias a todas esas personas y empresas que no han dudado en apoyarnos y en hacer de un sueño una oportunidad.
Gracias