Sonaría bastante pretencioso comenzar esta nota con aquello de “desde los orígenes de Achalay…” bueno, pretencioso, o pedante, o cómico. Sonaría como si un bebé de un añito dejara de pronto el biberón, mirará a su mamá y empezara por decir “oye mamá, cuando yo era pequeño …”
Pero de alguna manera hemos de empezar esta noticia por cercanos que estén nuestros inicios. Así que … “desde sus orígenes, Achalay” … procuró tener un rasgo de identidad diferencial respecto de todo aquello con lo que se le pudiera vincular. Y precisamente encontró Achalay su identidad en la carencia institucional de ésta, en dejar que, precisamente nuestro paso a paso, nuestro hacer diario, sean los que a la larga definan a aquellos que no queremos definirnos, que no lo necesitamos.
Y es ese día a día el que nos está ensañando a cada rato que Achalay no debe ser mucho más que un punto de encuentro de inquietudes compartidas, un foro donde muchos de nosotros demos luz verde a la posibilidad de llevar a cabo proyectos colectivos o individuales que a título particular jamás sacaríamos del baúl de “nuestras pequeñas locuras cotidianas”.
Cuando a principios de noviembre de 2003, con la misma fuerza de la locura, de la pasión, Marta Vázquez propuso al resto de socios de Achalay la celebración de un “Mercadillo de Ropa” sembró en la concurrencia cierto desconcierto, cierta incredulidad y un muy cierto escepticismo. Y contra esas sensaciones, o bajas los brazos o te abandonas en los de la locura y miras hacia delante.
Y Achalay arrimó el hombro al de Marta y al ritmo que ella marcó empezaron las sorpresas. Nacía el “Centro Comercial de las Sorpresas”. Y nacía porque la ecuación es directa, inmediata, e intuitiva. Si aliñas una ensalada de incredulidad y escepticismo con corazón y trabajo, el resultado natural suele ser el de la sorpresa por el resultado.
Sorprendente fue que el Colegio Arquitecto Gaudí cediera gratis sus instalaciones cuando la disponibilidad de local a punto estaba de echar por tierra todas las apuestas. Pero más sorprendentes fueron los cerca de 250 kilos de ropa que sobraron y se donaron a “San Vicente Paúl”.
Más de 25 socios y simpatizantes de achalay, muchos de ellos sorprendidos de su propia presencia, se dejaron por el camino más de 48 horas de compromiso, dedicación e ilusión porque todo saliera como salió.
Y no decimos nada de la cara de sorpresa que se nos quedó a todos cuando durante los trabajos de preparación, la misma víspera por la noche, se presentó por allí un equipo de informativos de Telemadrid para grabar un reportaje.
Fue en mayúsculas la sorpresa de salir en las noticias del medio día del sábado. Como lo fue igualmente la cantidad de personas que se acercaron a conocernos a compartir con nosotros y a interesarse por nuestros retos.
Y al final, satisfacción absoluta. Ilusión contenida y madura. Y muchas, muchísimas caras de sorpresa, casi todas.
Sin embargo, para Marta, “la loca de la idea”, no había sorpresas; ni los cientos de kilos de ropa donada, ni los más de ciento treinta libros recogidos, ni esos más de 25 colaboradores, ni mucho menos la tele. Era su idea, era su ilusión, y lo natural para ella era … que saliera como salió. Y eso es Achalay.
Sabiendo esto, ¿se sorprende alguien todavía por los más de 3000 euros de caja?
Ramón Pinna Prieto