Conforme vamos superando la crisis sanitaria, vamos viendo los daños que ha causado a nivel social y económico, las heridas que esta crisis nos ha dejado como sociedad, muchas de ellas sobre heridas anteriores que teníamos mal curadas. El municipio de Madrid se ha visto afectado negativamente por este parón económico y social al que nos ha obligado el coronavirus, pero ha sido especialmente grave en las zonas donde la tasa de desempleo y la precariedad eran ya frecuentes. Según los datos del Ayuntamiento de Madrid, en marzo de 2020 (antes del confinamiento), la tasa media de desempleo en Madrid estaba en 7’8 %. En este porcentaje entraba de todo, desde zonas como Retiro, Salamanca o Chamartín donde la media apenas alcanzaba el 5%, a los distritos de Usera, Puente de Vallecas y Villaverde, donde la media sobrepasaba ampliamente el 10%. En el distrito de San Blas-Canillejas los datos que ofrecía el Ayuntamiento también eran negativos, sobre todo en los barrios de Hellín (un 11,91%) Amposta (13,65%) y Arcos (9,81%). Siendo estos datos anteriores al confinamiento, podemos establecer una relación directa entre las zonas donde hay mayor desempleo con las que más incidencia ha tenido esta crisis a nivel económico.
Para poder hacer una aproximación lo más acertada posible hay que tener en cuenta otros muchos factores como el tipo de viviendas, el perfil de personas que viven en ellas, y que muchas de estas personas se dedicaban a actividades económicas que se han tenido que paralizar por completo, no siendo viable el teletrabajo y no teniendo ningún ingreso durante los meses en que ha sido imposible trabajar.
Pamela es una usuaria del centro de Achalay en San Blas, donde lleva a sus dos hijos mellizos de 7 años. Cuenta que es madre soltera y que vive sola con los menores. Antes del estado de alarma trabajaba de camarera en un restaurante en Goya. Lo que se suponía que iban a ser unos días o semanas de vacaciones, se acabó transformando en un ERTE. “Ahora mismo estoy esperando la respuesta del ERTE -nos cuenta- tengo días un poco de bajón, lo paso mal por mí y por mis compañeras, he hablado con una hace un poco y está igual que yo (…)”. Estas semanas dependen de ayudas externas para poder vivir, tanto por parte de entidades como Achalay, como de servicios sociales. “Hay días en que lo ves todo muy negro, no lo puedes evitar”, se justifica.
Su realidad no es algo anecdótico, según los datos del paro de mayo 2020, hay casi 4 millones de personas en situación de desempleo. En términos absolutos, la crisis sanitaria de la COVID19 incide, principalmente en el sector servicios, donde el desempleo se ha incrementado en 219.128 (8,76%) personas.
Sin embargo, dentro de esta complicada realidad, también hay un atisbo de esperanza. Hafida también es usuaria del centro de Achalay en San Blas. “No hemos salido nada a la calle hasta que nos han dicho que ya podíamos”, insiste. Ella vive con su marido y sus dos hijos de 8 y 9 años, y hasta el comienzo del estado de alarma trabajaba, pluriempleada en varios empleos. Su marido tiene una incapacidad por la que recibe una prestación mínima, que se complementaba con los trabajos que iba consiguiendo ella. Todo eso se paralizó durante el confinamiento, tanto los trabajos como limpiadora que le iban saliendo, como las horas que echaba en un restaurante, donde sufrió un ERTE. Ha contado con el apoyo de Achalay para comida y el pago de algunas facturas, y también Servicios Sociales le ha ayudado con la compra. “Prefiero pagar el alquiler que la comida. Comida nos vamos apañando, hemos pasado una mala racha y refiero pagar el alquiler”, comenta asustada ante la posibilidad de un desahucio. Cuando hablamos con ella, estaba contenta porque en la casa donde estaba limpiando la habían vuelto a llamar. Tres horas, dos días a la semana, a una casa que está a una hora en transporte público de la suya.
Este artículo forma parte de la campaña solidaria «Emergencia Coronavirus. En Achalay seguimos trabajando para las personas que más lo necesitan»
Rocío Periago Martínez
Comunicación Achalay
comunicacion@achalay.es